sábado, 22 de mayo de 2010

ASIGNATURA TRONCAL (MAÑANAS): Resumen de la última clase, del 19 de mayo de 2010

Sandro Botticelli: El nacimiento de Venus (la Belleza), s. XV

Mike Kelley: La caverna de Platón, 1985

Mike Kelley & Sonic Youth: La caverna de Platón, 1986:

http://ubu.wfmu.org/sound/kelley_mike/Kelley-Mike_Platos-Cave.mp3
http://ubu.artmob.ca/sound/kelley_mike/Kelley-Mike_Platos-Cave.mp3


Dos versiones, gráfica y sonora del mito platónico de la caverna, a cargo del artista californiano contemporáneo Mike Kelley


Fotografía del empitonamiento del torero Julio Aparicio. ¿Soportable? ¿El arte transfigura el horror?


La filosofía (del arte) de Platón prima la idea sobre la forma material. Eso es lo que siempre se escribe. Sin embargo, eideia, en griego, significaba forma. Por tanto, las traducciones modernas deberían poner: la filosofía (del arte) de Platón prima la forma sobre la forma: un trabalenguas incomprensible, una frase enigmática, quizá profunda, insondable, aunque más probablemente absurda. Eideia se debería traducir más bien por contorno o perímetro -como los contornos lineales de los dibujos que deben ser coloreados: formas siluetadas que carecen de materia (de color). Pero, en este caso, una frase que dijera "la filosofía (del arte) de Platón prima el contorno sobre la forma" podría, eventualmente, ser entendida como una defensa del dibujo sobre la pintura.
Es decir, la frase de Platón es casi imposible de verter o traducir a nuestros idiomas modernos. Eideia posee unos matices que no han quedado reflejados en nuestro substantivo idea.
Toda traducción de un diálogo platónico altera en parte su significado original -que quizá ni siquiera captemos totalmente.
Existe un quiebro inevitable entre el contenido y la forma expresiva: las palabras no logran traducir con exactitud lo que el texto original significa.

Ésta es, precisamente, la fractura que marca al symbollon, este objeto ritual, comentado en la entrada anterior, que ha dado lugar al moderno concepto de símbolo: una forma material incapaz de revelar los innumerables matices de un contenido, dando lugar, así, a un mensaje que da pie a un casi infinito número de interpretaciones (lo que no ocurre con un signo, donde el significado tiene que ser directo, claro y unívoco).

La obra de arte, entendida como un símbolo, consiste, así, en la imperfecta unión de un contenido (una idea, un concepto) y una forma sensible (plástica, musical, verbal, gustativa, olfativa, palpable, si bien es cierto que, como ha comentado un asistente, la tradición occidental ha primado los mensajes visual y auditivamente plasmados).

Las ideas que el arte traduce, se ha dicho, son pocas; y siempre han sido las mismas: preguntas sobre la condición humana: ¿qué somos? ¿de dónde venimos? ¿hacia dónde nos dirigimos? Preguntas angustiosas a las que los humanos, a través de poetas, chamanes, artistas, profetas, magos, han tratado de ofrecer respuestas, siempre insuficientes, o no totalmente satisfactorias, como si un misterio siempre existiera y se resistiera a un completo esclarecimiento. Después de todo, somos humanos.

Los mitos son una primera, y buena, respuesta que los primeros humanos se han dado acerca de sus inquietudes. Son como las nanas y los cuentos con los que los padres tranquilizan a los niños, los dibujos con los éstos se distraen. Los mitos tratan de explicar, sencillamente, y a través de imágenes, metáforas y alegorías (cuentos, mitos, leyendas, etc.) plásticas o textuales (los mitos se cuentan o se representan), lo que le acontece al ser humano y su relación con el mundo. Esta explicación no da cuenta de todas las causas de la angustia y la curiosidad humanas, ni resuelve los misterios sobre los que el hombre se interroga. Nuevas explicaciones son necesarias: éstas son las obras de arte, que tienen siempre en cuenta obras anteriores y, en particular, la explicación o respuesta que primeramente se dió, en forma de relato (el mito), para mejorarlas o completarlas. Mas toda nueva interpretación puede aportar mejoras, toda nueva traducción puede corregir errores de traducciones anteriores, no sin introducir matices extraños ni sin perder una parte de los logros de versiones previas.

A fin que las respuestas que el arte brinda sean percibidas o escuchadas, son necesarios unos recursos retóricos. La obra de arte tiene que llamar la atención del espectador, entrar en contacto con él. Por eso, la forma en la que se vierte la respuesta (el contenido, significado o mensaje de la obra de arte) tiene que poseen unas propiedades o cualidades que apelen a los sentidos, y despierten la atención o imaginación del espectador.

Estas cualidades son innumerables: la obra puede ser formalmente bella, atractiva, interesante, curiosa, deslumbrante, seductora, extraña, fea, repulsiva, horrorosa, terrorífica, espantosa, etc., es decir, tiene que recurrir a disposiciones que saquen al espectador de la rutina, le sorprendan, le seduzcan, le choquen, a fin de que reacciones y solo se fije o piense en lo que tiene delante.

Este cúmulo de cualidades, en Occidente, al menos, puede ordenarse en dos bloques. Cualidades que atraen, convencionalmente englobadas bajo el epígrafe de Belleza, y que repelen, bautizadas con el nombre de Fealdad.

Se discute si estas cualidades son inherentes a la obra o si son "piropos", "calificaciones" o "descalificaciones" que el espectador atribuye o lanza a aquellas obras que le placen o le desagradan. En este sentido, bellas serían las obras que gustan; feas las que "tiran hacia atrás".

Ante estas dos concepciones antitéticas de las cualidades estéticas (objetivas o subjetivas), el filósiofo Emanuel Kant, propuso una tercera vía: las cualidades serían subjetivas. Esto significca que belleza y fealdad (o las numerosas cualidades que puedo resumir bajo estas dos denominaciones opuestas) son propiedades que atribuyo a lo que gusta o disgusta. Sin embargo, Kant sostenía que los humanos son (somos) parecidos, semejantes y que, al menos los de una misma cultura, en una época dada, reaccionan de modo similar. Es decir que a todos gustan y desagradan las mismas cosas u obras. Si eso fuera cierto (ya pensadores griegos sostenían que el paradigma de la belleza para un humano sería un cuerpo humano, y no la de un animal que, por el contrario debería ser, sin duda, la encarnaciones de todas las cualidades y virtudes para un aquél, siendo, por ejemplo, una mosca especial la "diosa" de las moscas), belleza y fealdad, todo siendo la expresión de nuestro gusto o disgusto ante lo que percibimos, no serían enteramente cualidades subjetivas ya que todos reaccionaríamos igual, independientemente de quiénes y de cómo somos.

Belleza y fealdad son cualidades dispuestas para que las obras apelen a nuestros sentidos. Colman o generan un vacío. Tienen que ver, entonces, con la vida y la muerte.

Los entes pletóricos de vida, y que despiertan sensaciones vitales (excitan, motivan, alegran, despiertan, gustan), son aquellos que son (calificados de) bellos; los moribundos o muertos que generan rechazo (y que incluso pueden provocar en el espectador una sensación de peligro, de que piense en su muerte, que se ponga en lugar de quien agoniza o está muerto, abandonándose) son, por el contrrario, feos.

A los entes vitales, nada les falta. Tienen un particular brillo u un aura especial; al mismo tiempo, son entes armónicos (placenteros de contemplar).
Por este motivo, se ha afirmado que existirían dos tipos de belleza: una belleza física, material, palpable, que sería la de los entes bien proporcionados y en los que todo está en su lugar, en los que nada cabe añadir o suprimir. Su belleza residiría en el perfecto ajuste entre sus componentes. Esta sería la belleza llamada clásica, griega u occidental.

Mientras que existiría un segundo tipo de belleza. Ésta sería más bien interior. Nacería de unas buenas disposiciones anímicas. Éstas iluminarían el rostro, dotarían a la mirada de brillo. Esta belleza, secreta, impalpable, inmaterial, dependería de la luz: la aureola que, por ejemplo, corona a los santos, a las personas virtuosas, y sería un tipo de belleza asociada a la bondad.
Podría incluso estar presente incluso en entes físicamente desproporcionados, ya que la luz que emanaría del interior suavizaría las imperfecciones materiales o las convertiría en irrelevantes. Éste sería un tipo de belleza cultivado más bien en Oriente, por los cristianos o los musulmanes (para quienes el alma es superior al cuerpo), o los románticos (siempre atentos a las convulsiones anímicas).

Por el contrario, la fealdad se asociaría tanto al daño físico y al apagamiento de la vida. La mutilación, la desproporción, la deformación, que atentan contra la unidad corporal, y la absoluta oscuridad, ligada a la muerte, serían la causa de que entes fueran calificados de feos.
La fealdad sería la marca de un atentado contra la vida. En griego, diabole significaba ruptura, fragmentación, y diabolia, maledicencia. Mientras la belleza "hacía" (el) bien -el espectador se siente "bien" o a gusto, satisfecho, contento o alegre de ánimo ante un objeto bello-, la fealdad causaba el mal -y estaba causada por un acto maligno-, como el que perseguía el Diablo, el Gran Envidioso, que, incapaz de competir con el Sumo Creador, se dedicada a destrozar o afear los entes bellos y luminosos que el Creador producía.

Las cosas sereían muy ssencillas si un mito griego no narrase el nacimiento de la diosa (el prototipo o paradigma) de la belleza, Venus. En efecto, Venus nació el día en que Cronos, un recién nacido, se enfrentó a su padre Urano, el Cielo. El Cielo descansaba constantemente sobre Gea, la Tierra. Copulaba sin cesar con ella, por lo que la Tierra estaba siempre grávida mas, debido al peso del Cielo, no lograba que sus hijos salieran a la superficie. Se retorciía de dolor. Un día en que logró quue el Cielo se distrajera con ella, Gea alumbró a Cronos y le pidió que le librara de este suplicio. La noche siguiente, Cronos, armado de una guadaña, emasculó a su padre el Cielo. Éste, de inmediato, rota la unión con la tierra, ascendió subitamente y se convuirtió en la distante bóveda celeste (que, aún hoy, constituye el Cielo). Cronos castró a su padre. Sus testículos cayeron a la tierra. El semen se repandió sobre la mar y la fecundó: de las aguas nació Venus, fruto del peor de los atentados que el Cielo sufriera: la pérdida de su vitalidad, su esterilización (como muestra, por ejemplo, el cuadro renacentista del pintor florentino Sandro Botticelli, "El nacimiento de Venus"). Esta faceta oscura de Venus marcaría su vida: unida a Marte (el dios de la guerra), alumbraría a la diodsa Armonía, y a sus hermanos, los dioses Deino y Fobo: el Temor y el Terror.

Belleza y Fealdad serían, entonces, las dos caras de una misma moneda, y no podría existir belleza alguna sin un aspecto inquietante o sombrío, ni fealdad sin una deje de atractivo. Ambas se completarían, y la belleza sería, así, más profunda y misteriosa, mientras que la Fealdad adquiriría la inquietante capacidad de seducir.
La belleza, en estado "puro" deslumbra, fascina. Todo deslumbramiento provoca ceguera -como el que el sol, contemplado directamente, causa-. El espectador, habiendo querido contemplar la belleza sin filtros, quedaría sumido en la oscuridad. Sus ojos dañados irremediablemente. La belleza, en este caso, llevaría a la fealdad.

De este modo, atrapados por las cualidades de la obra de arte, estaríamos en disposición de prestar atención a sus formas, a la forma en que libra un mensaje: una respuesta, conviencente o no, sobre quiénes somos. La obra de arte sería un espejo que nos tendemos o que tendemos al mundo.

Esto es lo que se descubre cuando se teoriza sobre el arte, cuando se conoce sensible, estéticamente al mundo (y a nosotros mismos). Tal podría ser el sentido, la función del arte. Llenarnos de vida, explicarnos, a través de fábulas, porque vivimos, prolongando, siquiere el tiempo de la contemplación del arte, nuestra vida. Como acontece con la arquitectura, por ejemplo, que ofrece un techo protector, un abrigo al ser humano.

Con este último comentario, concluye el curso sobre Estética y Teoría de las Artes.

FIN DE LOS RESÚMENES DE LA ASIGNATURA TRONCAL DE ESTÉTICA DEL GRUPO DE MAÑANAS

PS:
Quisiera agradecer a cuántos han asistido regularmente a clase y, sobre todo, a cuántos han participado activamente, con dudas, preguntas, observaciones y comentarios, que han convertido las clases en una experiencia viva, novedosa e inesperada, nunca previsible, mucho más rica de lo habitual.

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