sábado, 21 de mayo de 2011

domingo, 15 de mayo de 2011

Henry Janmes: De una clase especial (1899-1903)

Henry James, The Special Type (De una clase especial).

Otro cuento fundamental de Henry James sobre los poderes del arte. Se puede leer en inglés en este enlace.

Asignatura troncal. Resumen de la clase del miércoles 11 de mayo de 2011, última clase del curso. ¿Arte?



Shirim Neshat, Turbulent, 1998



La definición de la palabra arte topa con dificultades. No solo arte no nombra un objeto (la obra de arte) sino un proceso (el trabajo que desemboca en la producción de una obra), sino el significado de la obra de arte ha variado desde la antigüedad en occidente.

Fue a finales del siglo XVIII cuando se forjó el concepto moderno de (obra de) arte -por comodidad, cuando se emplee el término arte, casi siempre nos referiremos a una obra, no una acción-. Pero su definición es ambigua o imprecisa. Arte es no lo que no es real -aunque guarda estrechas conexiones con la realidad, que puede incluso incorporar. como las obras cubistas, fragmentos de realidad en la obra, o puede consistir en actos "reales", como en el caso de algunas "performances" de body art que, no obstante, no desencadenan las reacciones que dichos actos provocarían en la "realidad", sino que suscitan juicios estéticos, en los que se valora lo que dichos actos expresan o significan.

La dificultad en definir el arte reside en parte en qué no se sabe bien porqué existe o se produce; qué se persigue. Como señaló el filósofo alemán Emanurel Kant, a finales del siglo XVIII, gratuito ni caprichoso no es el arte. Responde a una necesidad, sin duda. Mas ésta es desconocida; o, mejor dicho, no está claramente enunciada, no es perceptible, evidente. Se sabe que el arte responde a una función, que el artista tiene motivos para crear, que su obra o su acción son el fruto de una necesidad, pero todas estas "buenas razones", que justifican la necesidad o "legalidad" del arte, que dan cuenta de su existencia y fundamento, no están claramente enunciadas. El arte tiene una finalidad u objetivo. Cuál es ese, sin embargo, es imposible de discernir. Kant escribió que el arte cumple una finalidad sin fin. Su fin es su propia existencia. Alguna fuerza o razón le da sentido: su forma conlleva o persigue una ideas; quiere decir o trasmitir algo; pero este contenido no es obvio ni evidente. El novelista francés Marcel Proust, a principios del siglo XX, sostenía que las ideas en el arte son como el precio en un regalo: es de mal "gusto" exponerlas crudamente, como si el arte fuera la simple comunicación de contenidos, con independencia de la forma escogida. Las ideas no están fuera de la obra, sino en éstas. Si el arte revela, recurre también al "velo" de la ficción, velo que esconde al mismo tiempo que deja traslucir lo que contiene y protege.Y éstas no consisten en ideas sino en formas sensibles, perceptibles sensorial o emocionalmente, formas capaces de emocionar, y, a través de las emociones suscitadas, de las formas sensibles o artísticas percibidas, de transmitir, veladamente, contenidos. Las obras de arte son ventanas entreabiertas al mundo: no muestran a las claras lo que transportan, sino que mueven a reflexión, reflexión o interpretación que se produce al mismo tiempo, y puesto que, se siente.

Si nos planteamos acerca de la función del arte nos hallamos, en efecto, ante un dilema: podemos vivir sin obras de arte. Éstas no satisfacen necesidades básicas: no dan de comer, de beber ni aportan un abrigo. Pero, sin embargo, también es evidente que la vida sería más triste o difícil, quizá incluso insoportable, sin la distracción que el arte aporta, desde una novela hasta un cómic, una película y un vídeo-juego hasta un ritual antiguo, distracción que también "da qué pensar", hace pensar " -acerca de qué significa la obra que percibimos-. Reflexión que se produce, obra sobre cuyo contenido uno vuelve más de una vez, precisamente porque se intuye que no es gratuita, pero que lo que dice no se proclama en voz alta. El arte no es un panfleto ni un conjunto de mensajes publicitarios, aunque puede incluir panfletos y anuncios. Lo que el arte anuncia no se expresa a través de un "simple" anuncio.

Esta concepción de la obra de arte poco tiene que ver con la que se dio anteriormente, al menos en la tradición occidental.
El término arte se aplicaba a un trabajo regulado (arte, en griego, se decía tekne, lo que indica bien que nos hallamos ante un trabajo práctico, una puesta en práctica de saberes y procedimientos), y la expresión obra de arte a un producto manufacturado que respondía a unas normas y se había ejecutado según unos procedimientos bien conocidos. El "artista" era lo que hoy llamamos un artesano. Artesanos eran los arquitectos, los pintores, los escultores. Respondían a encargos produciendo unas obras que respondían a unos cánones conocidos. La manera de proceder era siempre la misma. Lo que se perseguía era un ideal. La obra tenía que ser perfecta, es decir idéntica a un modelo. Una vez alcanzada la perfección, el artista tenía que repetir siempre los mismos  gestos a fin de elaborar productos indistinguibles los unos de los otros. Gran parte de las obras de arte antiguas fueron ejecutadas mediante moldes, precisamente para evitar imperfecciones, desajustes o la introducción de novedades que habrían apartado a la obra del modelo ideal. El artista sabía lo que hacía y hacía siempre lo mismo o del mismo modo. Trabajaba en talleres. La originalidad estaba proscrita. Los cambios eran muy lentos y siempre en pos de una mayor perfección. Las obras tenían que ser útiles. Su función evidente: una copa servía para contener líquidos, y esta su función tenía que ser reconocida a simple vista; una arma invitaba a ser manipulada sin complicaciones; una estatua o una pintura tenían que ilustrar sobre los personajes representados, dando la mejor y más clara imagen de éstos, facilitando el reconocimiento de éstos. No cabían las sorpresas ni los sobresaltos. La inquietud y la desazón no tenían cabida o "sentido".
Las obras de arte o artesanas eran necesarias y reconocidas. Sin embargo, la suerte de los que las producían no era envidiable, precisamente porque habían, y tenían que hacer siempre lo mismo. Estaban atados o condenados a una misma tarea repetida indefinidamente.

Ante la concepción de este trabajo y estos productos, existía otra actividad muy distinta. Era la que practicaban magos, sacerdotes, chamanes y profetas. Actores y músicos también, ya que su actividad formaba parte de rituales sagrados. Éstos no trabajaban voluntariamente. Antes bien, creaban poseídos, al menos tal como los presenta Platón. Unas fuerzas sobrenaturales les llevaban a entrar en trance, los llevaban al éxtasis (que, literalmente, significa estar fuera -ex- de si -stasis- ). Estas fuerzas externas solían ser las Musas. Al menos, eran las Musas a quienes explícitamente invocaban los poetas greco-latinos antes de, y para poder componer. Alguna de las siete Musas, entonces, les robaba la voluntad y les obligaba, como si fueran simples portavoces de voces de otro mundo, a decir o escribir lo que les dictaban. Los poseídos no sabían bien qué hacían ni qué decían; tampoco sabían cómo ni porqué hacían o decían lo que llevaban a cabo, en contra de su voluntad. Lo que sí sabían, cuando el trance concluía, era lo que habían ejecutado era infinitamente superior, más rico y misterioso, complejo y difícil, que lo que producían lúcidamente los artesanos. Sus obras tenían otra voz, quizá más profunda o  no enteramente humana.

Las Musas eran una divinidades aladas antiquísimas. Eran hijas de una divinidad aún más primigenia y principal, llamada Mnemosyne, es decir Memoria. Las Musas eran las hijas de la diosa de la Memoria. Ésta almacenaba todos los actos memorables, todas las acciones dignas de ser recordadas, que podían servir de lección a los humanos. Cuando estos se enfrentaban a problemas irresolubles, los sacerdotes, los poetas y los poetas los ilustraban contándoles cómo los hombres del pasado se habían enfrentado y habían solucionado determinados conflictos, no habían encontrado respuestas a preguntas difíciles, por ejemplo, acerca de qué son, de dónde vienen, y hacia dónde van los seres humanos.

Los sacerdotres eran respetados; no así los artesanos. Unos componían sin saber qué hacían; otros eran plenamente conscientes. Las obras de los primeros abrían nuevas vías; las de los segundos seguían caminos conocidos y trillados.

Fue a finales del siglo XV cuando, en Florencia, algunos artesanos empezaron a preguntarse porque no podían ser considerados unos poetas y actuar cómo éstos. Sus obras ya no deberían sujetarse a patrones conocidos, sino que deberían ser producidas dejando que la imaginación se liberara y se adentrara en mundos desconocidos. Serían quizá imperfectas, pero distintas, más atractivas y misteriosas puesto que se reflejarán mundos e ideas hasta entonces ignotos. La obra de arte, tal como se definió claramente en el siglo XVIII, empezaba a forjarse, si bien los artesanos (pintores, escultores y arquitectos) tardarían tres siglos en ser reconocidos como unos visionarios, casi unos dioses, y no unos aplicados artesanos.

La noción moderna o romántica del artista y de la obra de arte se estaban gestando. Aún hoy, hay quien piensa, acertadamente o no, que los artistas son unos seres superiores, capaces de descubrir nuevos mundos o facetas inéditas del mundo o del alma humana, y capaces de plasmar sus descubrimientos.

sábado, 14 de mayo de 2011

Henry James: The Tone of Time (La tonalidad del tiempo) (1903)



Uno de los mejores relatos cortos de la historia sobre los poderes del arte. Imprescindible.

Texto completo en inglés en este enlace

miércoles, 11 de mayo de 2011

Créditos de libre Elección del curso "Novísimos"

Las personas que hubieran asistido al seminario Novísimos en el Centre de Cultura Contemporánia de Barcelona (CCCB), durante los meses de febrero y marzo de este año, y quisieran obtener créditos de Libre Elección (uno o dos, a criterio de la ETSAB), deberán solicitarlos en Secretaria pagando el 25% del precio de los créditos (un total de 4 u 8 euros)

Gracias por la asistencia y la activa participación

Asignaturas troncal y optativa: INFORMACIÓN PARA LA REALIZACIÓN Y ENTREGA DE PARCIALES

Los parciales de las asignatura troncal y parcial consisten en un trabajo escrito.
Se pueden disponer apuntes, bibliografía, documentación.

El texto se puede redactar a mano o por ordenador.
En este caso, se dispondrán de las aulas siguientes:

ASIGNATURA TRONCAL
Míércoles 18 de mayo
Grupo de Mañanas: Aulas 1.1 y 1.2: cada mesa dispone de un enchufe para el ordenador.
Grupo de Tardes: Aulas informáticas CS5 y CS6: un total de 42 ordenadores fijos.

Se dispondrán también de las aulas asignadas a las clases semanales para quienes quieran redactar a mano o no necesiten conexión.

Seré severo con la correcta transcripción de eventuales citas, siempre presentadas entre comillas, a fin que se distingan de las partes redactadas.

Si el parcial ha sido realizado por ordenador, se puede "colgar" el archivo en Atenea, en un archivo que estará abierto durante la realización del parcial, y que se hallará al final de la página principal de cada asignatura.

martes, 10 de mayo de 2011

Asignatura troncal. Resumen de la clase del miércoles 4 de mayo de 2011. Arte, verdad, memoria



Instalación de Christian Boltanski (2010-2011), sobre la pervivencia de desaparecidos


 Christian Boltanski


El infierno greco-latino era un espacio vetado. Nadie ponía entrar ni salir impunemente. Un sistema de defensas muy efectivo impedía que se supiera qué acontecía allí y qué destino aguardaba a las almas de los difuntos.
Tener un conocimiento preciso del destino hubiera constituido un peligro: el desánimo se hubiera extendido en la tierra.

Las defensas infranqueables por quien no estuviera muerto y avanzara hacia el reino de las sombras estaba constituido por cuatro hondos ríos. Dado que lo que impedía que las almas se adentraran en el mundo infernal sin nostalgia de su "vida" pasada, eran los recuerdos vivos que las embargaban y que les llevaban a tratar de dar media vuelta, era necesario la existencia de un mecanismo que impidiera la activación de la memoria. Las almas tenían que adentrarse  como el ganado hacia el matadero: sin posibilidad, sin deseo alguno de dar marcha atrás. El camino tenía un solo sentido.

Las aguas del río Leteo cumplían a la perfección  la eliminación de los recuerdos agradables. Las almas estaban obligadas a beber de las aguas del Leteo; éstas, que como su nombre indica, eran letales o producían un sueño letárgico del que era imposible despertar, borraban todos los recuerdos venturosos, y sumían los espíritus en el olvido. Olvido: tal era el significado del nombre Leteo (Lethe, en griego). Las aguas del Leteo eran las aguas del olvido.

Sin recuerdos, el ser humano (o su alma) está (como) muerto. Ya nada lo ata a la vida presente y pasada. No sabe nada de sí mismo. Lleva una vida vegetativa; ni siquiera recuerda lo que es vivir: la mejor condición para adentrarse en el reino de las sombras.

Acontece que existía un sustantivo en la Grecia clásica que designaba con precisión la falta de olvido: éste era aletheia (a-letheia, palabra encabezada por la partícula negativa a). Pero aletheia significaba verdad. La verdad, para los griegos, no se oponía a la mentira sino al olvido. La verdad era la capacidad de perdurar para siempre. La verdad perduraba incólume. No se borraba.

La ciencia y la estética (o teoría del arte) tienen un mismo objetivo: buscar la verdad o razón de ser de las cosas que estudian. En el caso de la estética, la verdad se halla en la naturaleza observada o en la obra de arte; y esa verdad se alcanza a través de un conocimiento sensible y razonable; gracias a los datos o imágenes que los sentidos captan y que son de inmediato filtrados por la razón; ésta, entonces, capta de inmediato, mientras los sentidos están en contacto visual, auditivo o táctil -también gustativo- con la creación artístico, lo que la obra es: su verdad, su verdadera razón de ser: una imagen eterna del mundo. La obra de arte tendría a sí la capacidad de inmortalizar lo que documenta o muestra, incluso en el caso de las obras efímeras: duran un instante, pero éste se vuelve eterno.
El arte ofrece así imágenes memorables, dignas de ser recordadas. Seres, enseres y lugares de los que no queda huella en la realidad (porque han "pasado", están muertos o se han destruido), están "vivos" en la memoria, "presentes" ante los espectadores o intérpretes. El arte, así, rescataría del olvido todo lo que muestra. Libraría de la muerte o el olvido lo que contiene, ofreciendo una imagen viva o vital de motivos que ya no existen -salvo en el arte.

Todo o casi todo el arte, en cualquier cultura y de cualquier época, tiene una función: fijar para siempre una imagen; impedir que el tiempo siga afectando negativamente al mundo. De pronto, los seres y las cosas quedan inmortalizados. Estatuas, pinturas, arquitecturas, textos se refieren a seres o enseres pasados como si fueran de hoy en día y estuvieran presentes. Las grandes interpretaciones de obras de teatro clásico, por ejemplo, o de composiciones pretéritas, logran el prodigio de convertirlas en actuales, rescatándolas del tiempo y el olvido. El arte se erige, así, en una memoria colectiva, y el fin de la interpretación consiste en descartar los contenidos, las ideas que las formas artísticas preservan y legan a los seres humanos del futuro. Pues las obras de arte no mantienen las formas sino lo que éstas encierran. Una interpretación de una obra de teatro clásica puede  prescindir de las formas que el artista utilizó, adaptándolas a las formas vigentes hoy; pero no necesita adaptar el contenido: éste perdura. Hamlet puede ser mostrado como un joven vestido como se viste hoy y no en el siglo XVII: pero los valores o las ideas que posee, los problemas a los que se enfrenta siguen vigentes (precisamente gracias a que la obra de arte ha logrado mantenerlos y ofrecerlos a cualquiera que quiera o necesita interpretar, interrogar a una obra de arte.