sábado, 24 de abril de 2010

ASIGNATURA TRONCAL, GRUPO MAÑANAS. Resumen de la clase del 21 de abril de 2010







Los sentidos engañan: un tópico irrebatible.

Dado que la estética pretende ser una ciencia operando a través de datos sensibles (proporcionados por los cinco sentidos visibles y los sentidos interiores -el ojo interior, la imaginación-), queda preguntarse por la pertinencia o la validez de la estética como método eficaz de conocimiento del mundo.

Tras unas clases dedicadas a centrar el tema del curso -la estética o teoría del arte, que pretende desentrañar el sentido (el mensaje), siempre ambiguo u oculto, de las obras de arte- y a comentar varias maneras, interrelacionadas, de abordar el conocimiento del arte (historia, composición teoría o estética, y crítica), nos hemos centrado en el procedimiento exclusivamente estético o teórico.

La estética, definida en el siglo XVIII como un método de conocimiento autónomo, dedicado a estudiar la obra de arte y la naturaleza juzgada como una obra de arte (bella, placentera, inquietante, que se diría ha sido creada para atraer a los sentidos) -hasta entonces las obras de arte existían, obviamente, pero no eran consideradas dignas de ser estudiadas, como muestras del ingenio (o el genio) humano, portadores o reveladores de visiones nuevas del mundo (el arte, además, era una tarea mecánica, alejada del mundo de las ideas, practicada manualmente sin intervención de la razón)- la estética, decimos, se equiparaba con las ciencias matemáticas, naturales y humanas. Pretendía lo mismo: descubrir los secretos del mundo, los componentes y las leyes que forman y rigen el mundo.

Sin embargo, a diferencia de las ciencias antres citadas para las cuales los experimientos científicos deben ser conducidos por la razón, sin que los sentidos ni las emociones intervengan (dado que se supone entorpecen la visión o el juicio justo, distante, objetivo y fundado), la estética (o la teoría del arte) pretende basar su conocimiento del mundo (o de la obra de arte) precisamente a través de las emociones y sentimientos que el mundo o el arte suscitan, es decir a través de las imágenes que éstos provocan.

Estas imágenes son captadas -y transmitidas a las facultades anímicas, la imaginación y la razón- a través de los sentidos exteriores e interiores.

Mas, si éstos fallan, ¿qué datos relevantes sobre lo que el mundo o el arte es o significa pueden aportar, y, por tanto, qué valor conceder al supuesto conocimiento estético?

Los ejemplos de datos sensibles erróneos abundan: sensación que llueve, cuando hace sol; aguda, casi angustiosa, que hay alguien más en casa -la madera cruje, una puerta, sin duda, se ha movido- cuando una temerosa inspección confirma que estamos solos, etc.

Han sido los novelistas Borges y Proust, entre otros, quienes han mostrado, a través de relatos, que el problema no reside en la incapacidad registradora de los sentidos, sino en la de la razón de seleccionar, ordenar y valorar los datos sensibles.

Marcel Proust (en A la búsqueda del tiempo perdido, una novela fundamental en el arte del siglo XX) sostiene que la vida moderna, la vida activa, impide estar atento a todas las imágenes que el mundo que nos rodea (la ciudad, la casa, la gente) nos envía (o que nuestros sentidos, por separado, van captando y enviando a nuestra memoria). Pronto, si los sentidos no detectan cambios significativos en el entorno (cambios de luces, de movimientos de sonidos), la razón deja de "prestarles atención". Nuestra razón sería una máquina que solo registra alteraciones notables. Si las imágenes que le llegan son siempre las mismas o presentan variaciones insignificantes, la razón entiende que el mundo que nos rodea es y permanece estable. Los datos inicialmente registrados son suficientes para movernos y actuar. Solo cuando los sentidos captan cambios notables, nuestra razón ajusta su comprensión del mundo y nos avisa que, habiéndose producido alteraciones en nuestro entorno, tenemos que contemplarlo o evaluarlo de nuevo.

Esta manera de situarnos y movernos en el mundo -guiados por la necesidad-, sostiene Proust, nos impide estar atentos a los cambios que ineludiblemente acontecen. ¿Quien, creyendo que nada ha cambiado -ni él ni quienes le rodean- contempla una fotografía tomada años antes, no descubre, de pronto, los estragos del tiempo -estragos que se han ido produciendo, pero de manera tan lenta y soterrada que su percepción era imposible o inútil-? La aparente permanencia de lo que nos envuelve era suficiente para que nos relacionáramos sin problemas con el mundo.

Y, sin embargo, ni el mundo ni nosotros éramos (y somos) inmunes al cambio -el más notable de los cuáles el tiempo lo produce-.

Por tanto, afirma Proust, lo que se equivoca -y nos lleva a engañarnos sobre lo que contemplamos, a vivir con la ilusión que somos inmortales y que todo perdurará para siempre- no son los sentidos, sino la razón. Ésta, de tanto en tanto, presta atención, registra a los datos sensibles, y compone una imagen del mundo. Ésta, necesariamente, es esquemática. En ocasiones, errónea.

No obstante, ¿qué hacer? ¿cómo operar de otro modo? Si estoy tan atento a lo que percibo, nada podré hacer. No podré moverme, ni vivir. no podría pensar ya que, como Borges escribe, "pensar es abstraerse del mundo, generalizar". Cualquier cambio, por imperceptible que fuera, exigiría de mí un ajuste en mi comportamiento, que nunca podría desarrollarse según un plan previsto de antemano.

Ésta es, sostiene Proust, la tarea del artista. Captar lo que nadie puede captar. Renunciar a la vida activa en pos de la contemplativa. Y ser "todo oídos", ser un "ojo", tener un tacto finísimo (tener mucha "mano) para darse cuenta de cómo es "de verdad" o en verdad el mundo, y qué ocurre realmente, y tener, por otra parte, la capacidad o el talento necesarios para reflejar, en una obra sensible (y comprensible) estos descubrimientos, traducidos plásticamente.

Así, la obra de arte reflejaría lo que el artista habría entendido del mundo: su visión. Las obras, se ha dicho, son sus ojos; o sus visiones. El artista nos libraría, a través de su creación, una parte de los secretos del mundo que habría capaz de captar, ayudándonos a entender, valorar y apreciar lo que no hemos querido o podido entender.

Mas, ¿cuáles son esos secretos? ¿Qué es la verdad que el artista persigue y la obra de arte trasmite?

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