La liberal Amsterdam invoca a santa Bárbara
La Vanguardia, 06/02/2010
"Joop Stam, párroco de la iglesia católica de San Nicolás de Amsterdam, bendecirá una taladradora de 100 metros de largo por 7 de diámetro que va a perforar un túnel del proyecto del metro línea Norte-Sur. La iniciativa ha partido de la empresa Saturn, encargada de las obras. Según un portavoz declaró en el diario NRC Handelsblad,se trata de una tradición de las minas al comienzo de la construcción de túneles. El párroco celebrará la ceremonia en el lugar de la obra, con los ornamentos litúrgicos para la ocasión e invocando a santa Bárbara, mártir del siglo III, a la que todavía se recurre en casos de fuego o tormenta. Amsterdam, famosa por su permisividad, fue antes de la reforma protestante centro de peregrinación eucarística a causa de un milagro ocurrido en 1345, hecho que todavía se conmemora con dos procesiones..." (C. Montón)
La noticia, tan reciente, sorprende.
Hacía años -o siglos- que los constructores no habían invocado a la que fue, junto con Santo Tomás (cuyo culto se ha mantenido hasta casi nuestros días), la gran protectora de las obras de arquitectura e ingeniería medievales (adquirió importancia en la Baja Edad Media y en el Renacimiento), ni se había practicado un rito fundacional bajo su advocación.
Hacía años -o siglos- que los constructores no habían invocado a la que fue, junto con Santo Tomás (cuyo culto se ha mantenido hasta casi nuestros días), la gran protectora de las obras de arquitectura e ingeniería medievales (adquirió importancia en la Baja Edad Media y en el Renacimiento), ni se había practicado un rito fundacional bajo su advocación.
A Santa Bárbara se la recuerda hoy solo por ser protectora contra el rayo y los explosivos. Artilleros y artificieron la adoraban. Sin embargo, también fue la principal protectora de los constructores. O, mejor dicho, de los arquitectos.
Santa Bárbara no existió. Su mismo nombre, Bárbara, en el que la sílaba "ba" redobla, indica que era una persona que tartamudeaba: hablaba mal, es decir, no sabía hablar griego. No pertenecía a la ciudad griega, sino que era una extranjera, una oriental, una "bárbara", lo que la señalaba como una figura marginal, excéntrica, capaz, entonces, de emprender acciones singulares.
Cuenta La leyenda dorada medieval que Bárbara nació en la ciudad helenística de Nicodemia, cerca del mar de Mármara (hoy en Turquía). Su padre, Dióscoro, temiendo que los hombres perdieran a su hija, excesivamente hermosa, la encerró en una torre -una leyenda que recuerda el mito de Dánae, enmurallada en un torreón por su padre Acrisio a fin de que no concibiera hijo alguno que pudiera apoderarse del trono de su abuelo- y se ausentó.
Cuenta La leyenda dorada medieval que Bárbara nació en la ciudad helenística de Nicodemia, cerca del mar de Mármara (hoy en Turquía). Su padre, Dióscoro, temiendo que los hombres perdieran a su hija, excesivamente hermosa, la encerró en una torre -una leyenda que recuerda el mito de Dánae, enmurallada en un torreón por su padre Acrisio a fin de que no concibiera hijo alguno que pudiera apoderarse del trono de su abuelo- y se ausentó.
Bárbara, entonces, mandó a unos albañiles que pasaban cerca de la construcción que abrieran tres ventanas (o una tercera y decisiva ventana) en lo alto a fin de que la luz trinitaria penetrara en la cárcel. Ésta se convirtió en un hogar bañado por una luz sobrenatural.
La torre fue adoptada como un símbolo de la arquitectura entendida como unión del cielo y de la tierra, como una morada iluminada, en la que la noche -con su séquito fantasmagórico- no tenía cabida: una casa en la que la luz estaba siempre encendida; un faro, un hito que inspiraba confianza y ordenaba el espacio: un eje que ordenaba el espacio: una torre, antes que un espacio delimitado, encierra la condición misma de la composición espacial, sin lacual la arquitectura no existe: el eje vertical gracias al cual y desde el cual el espacio se habilita, impidiendo que los humanos se extrañen y se pierdan.
Bárbara fue una arquitecta, no porque edificara, sino porque mandó a los operarios (fue "un" maestro de obras), y logró convertir un lugar de encierro en un espacio protector, un verdadero hogar en el que la luz, fuente de vida, se asentaba; luz que no brotaba del suelo sino que descendía, luz intelectiva, entonces; Bárbara fue una ideadora. Alumbró una gran obra. Y su obra, la obra de su vida, no fue una construcción, sino un verdadero "disegno mental" gracias al cual desmaterializó o transfiguró un espacio angosto, invivible (no bendecido por idea alguna), ceñido por gruesos muros.
En la célebre tabla de van Eyck, Santa Bárbara es retratada como la responsable intelectual de la catedral que está edificando, símbolo del mundo edificado. Sentada, majestuosamente, como una madre de dios, parece que la torre de la catedral brote de la santa, como si ésta fuera, no solo la fundadora, sino la misma piedra angular de su obra. Creador y creación se identifican. La arquitectura moderna halla su origen en este cuadro.
Cuando su padre descubrió lo que había logrado, mandó que la torturaran. Luego, la decapitó. Un rayo lo fulminó.
(del blog Tocho: http://www.tochoocho.blogspot/)
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