domingo, 10 de abril de 2011

Asignatura troncal. Resumen de la clase del 6 de abril de 2011

 

Estética o Teoría de las Artes consiste en la interpretación de la obra de arte. Se parte del principio que ésta encierra un contenido (digno de ser conocido, y novedoso) en una forma sensible (plástica, literaria, musical), o que la forma sensible da pie a que el espectador encuentre un contenido o sentido a la obra.
Para que dicha percepción se lleve a cabo sin falsear lo que el artista ha querido decir o faltar a lo que la obra puede significar, conocimientos históricos y compositivos (sobre la época en que fue realizada, el artista, las técnicas compositivas y artísticas, etc.) son necesarios o convenientes.

El ejercicio interpretativo se lleva a cabo por medio de los sentidos. No se trata de conocer racional sino sentimentalmente la obra de arte. Ésta tiene que "llegar" al espectador, moverlos, turbarlo, agradarlo o desagradarlo, a fin que pueda reflexionar sobre lo que significa o puede significar. Es la percepción sensible la que activa el conocimiento o profundización de la obra. Su significado está íntimamente ligado a su forma, y se desvela a través de ésta. La forma (plástica, colorística, etc.) es el señuelo a través del cual la obra de arte entra en contacto con el espectador y le atrapa. Le, nos despierta la imaginación; nos puede hacer soñar; las sensaciones que provoca son las que al momento nos llevan a interrogarnos sobre el sentido de esta creación.

Esta aproximación a la obra de arte, que se ha dado sobre todo en Occidente, es relativamente reciente en la historia de la creación humana. Antes de finales del siglo XVIII no se teorizó sobre las obras de arte, sobre su significación.
Esto fue debido a que, primeramente, se tuvieron que dar dos condiciones: la creencia que los sentidos podían ser un medio para alcanzar el conocimiento -un medio no racional pero tan efectivo como la razón-, y la aceptación de la obra de arte como un ente independiente de la obra artesana, de la figura decorativa, y del fetiche mágico; es decir, la consideración de la obra de arte como un objeto libre, no sometido a una función precisa, ya sea como un útil que se usa físicamente, o un amuleto que se emplea mágicamente. La obra de arte (la imagen) no era insustancial, vana, engañosa o peligrosa, sino que podía brindar un punto de vista nuevo sobre los mundos exterior e interior (sobre lo qué somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos), punto de vista que se revelaba cuando el espectador entraba en contacto emocional con la obra, cuando se sentía movido por ésta, y decidía partir hacia su exploración, desentrañando lo que la obra le ofrecía sensorialmente, como si la obra de arte invitara a un viaje.

Durante más de dos milenios, los sentidos han sido juzgados como una fuente de error, y las obras de arte como entes engañosos, capaces de despertar ilusiones sin fundamento. Por este motivo, pensadores como Platón, y muchos teólogos cristianos, judíos y musulmanes han condenado la práctica artística por su nula capacidad de aportar un conocimiento cierto sobre el mundo, y por ser causa de errores. Su aspecto fascinante, apartando al espectador del ejercico racional -del conocimiento racional o científico del mundo-, también ha contribuido a la "mala imagen" del arte y del artista. La obra de arte no habría tenido nada que decir sobre lo que nos rodea o nos ocurre; y lo que mostraba no tenía literalmente sentido, o su sentido era inútil o falso. El arte empalidecía ante la ciencia, y la estética ante el conocimiento serio del mundo.

¿Es cierto?

No hay comentarios:

Publicar un comentario