martes, 22 de marzo de 2011

(Asignatura troncal) Resumen de la clase del miércoles 16 de marzo de 2011: El dios Hermes, portavoz del creador


 
Hermes era un dios griego particular. Aparecía siempre antes que el padre de los dioses: en tanto que mensajero suyo, llevaba las buenas y malas nuevas del cielo a la tierra.
Los dioses solo se podían comunicar con los hombres a través de Hermes. Éste solo actuaba como portavoz celestial. Mas, sin él, la comunicación hubiera sido imposible. Aunque no hubiera creado los contenidos que portaba, éstos no habrían podido ser descubiertos sin él. Mediada entre lo alto y lo bajo. Era, por tanto, un intérprete (un transmisor, un portador, un enunciador, de manera lo más comprensible posible) de lo que los dioses querían decir.

Contenidos inalcanzables (por lejanos, inaudibles o enigmáticos) podían ser alcanzados. Hermes traducía en un lenguage humano, adaptado a los humanos, los contenidos divinos, expresados inicialmente en el lenguage de los dioses. La comunicación verbal, hasta entonces imposibles (dioses y hombres hablan un lenguage radicalmente distinto), se lograba gracias a la labor mediadora de Hermes.

Hermes, por tanto, era capaz de entender lo que el resto de los dioses decía y de traducirlo o interpretarlo de manera perceptible, audible y comprensible para los humanos. Por extraño que fuera el contenido, sabía desentrañar lo que los suyos, los dioses, querían decir.

Ningún contenido se le resistía. Hermes poseía todas las claves interpretativas. Sabía siempre hallar lo que le permitía descifrar y traducir un mensaje que solo los dioses podían comprender, de modo que las palabras que comunicaba a los hombres, todo y respetando el sentido, se adaptaban a las capacidades humanas.

Hermes es, por tanto, el dios de la interpretación. Su labor es tanto pasiva -es un portavoz- cuanto activa o creativa, ya que desvela lo que sin él escaparía a la comprensión, a la percepción, a la intuición humana. Algo, un mensaje, inconcebible, en el que nadie hubiera soñado, se manifestaba de manera más o menos clara. Las órdenes divinas, en las que nadie hubiera pensado, se volvían inteligibles para los hombres.

Su labor era la de un traductor y un creador. Creaba, manifestaba, visualizaba o hacía que fueran audibles para los hombres mensajes indescifrables hasta entonces; de algún modo, inexistentes.

La hermenéutica es una labor presidida por Hermes, imitada del modo de obrar de este dios. La hermenéutica postula que toda obra (especialmente todo texto, pero también toda imagen) presenta un significado evidente,  que oculta un mensaje cifrado. Pensemos en el sin número de interpretaciones a las que ha dado lugar obras como La Gioconda, de Leonardo de Vinci, o Las Meninas, de Velázquez. Esas obras, en apariencia, no presentan problemas de reconocimiento: una mujer en una ventana ante un paisaje, por un lado, y un pintor, trabajando en su estudio, rodeado de infantas y sus sirvientas, las meninas. Cualquiera es capaz de reconocer lo que las obras muestran. Pero ésas, quizá digan algo más, o algo distinto. Las formas -o las palabras-, reconocibles, tienen dobles sentidos. En la vida diaria, utilizamos constantemente un doble lenguage. Decimos algo pero queremos significar lo contrario. ¡Cuántas veces exclamamos ¡qué bien! para decir, en verdad, lo mal que nos parece un acto o una decisión.

Imágenes, verbales, textuales, plásticas, son portadoras de significados ocultos que tienen que ser desvelados. La hermenéutica es precisamente el arte o la ciencia de hallar esos significados ocultos o latentes que, a "simple vista", o de "oídas", de "buenas a primeras", no son alcanzables. Del mismo modo que Hermes sabe lo que los dioses quieren realmente decir, más allá o más acá de lo que le transmiten, y traduce las voluntades, deseos o dictámenes de éstos, el hermeneuta o intérprete sabe hallar el verdadero significado detrás de las apariencias o imágenes.

¿Cómo procederá entonces para leer entre líneas? ¿Podrá enfrentarse a un mensaje -una obra de arte- sin saber nada, sin tener datos ni conocimientos previos que lo orienten en su b´ñusqueda, o necesitará toda clase de recursos para descifrar el significado que se resiste a ser desvelado?

Por otra parte, ¿la interpretación es enteramente libre? Un texto ¿puede decir cualquier cosa? ¿Puedo hacer decir cualquier cosa a un texto o a una imagen?  En una época en que el barroco concibe la obra de arte como un complejo juego de significados, como un juego de espejos, ¿puedo interpretar Las Meninas de Velázquez como una instantánea fotográfica de un acontecimiento casual, y considerar que el artista es un reportero? ¿No estaré falseando o distorsionando lo que la obra puede llegar a decir? ¿Podemos saber hoy lo que las obras de arte significarán de aquí a cien años? El marco cultural, social, político que nos rodea  condiciona , muy posiblemente, nuestra manera de crear y de interpretar. Por tanto, cuantos más conocimientos, cuantos más datos tengamos, mejor, más justamente interpretaremos una obra, y no le haremos decir lo que no puede decir, lo que es incapaz de decir pues, cuando fue creada, no existían determinados conocimientos, hoy, comunes, que hubieran permitido que la obra adquiera significados inconcebibles hoy. Hoy, por ejemplo, cuando vemos a una forma aérea, necesariamente vemos un avión, o pensamos en un transporte aéreo. En el siglo XV, una forma aérea solo podía ser una especie de ángel, un ser celestial.  Lo que implica que las obras que muestras a seres o entes volando, del siglo XV, no pueden ser leídas como imágenes, símbolos o alabanzas de la navegación aérea (humana) (obviamente), sino de la capacidad sobrehumana de las potencias celestiales de surcar los cielos.
El hermeneuta muestra los "verdaderos" significados de un mensaje, como si los extrajera de las formas sensibles (palabras, formas, colores) o los creara. En cierto modo, los crea, pues los desvela. Hasta entonces, se hallaban sepultados. Actúa como el escultor, según la conocida concepción "miguelangelesca" del artista: éste se "limita" a liberar las formas latentes en los bloques de mármol. No esculpe, no introduce una forma en la materia, sino que desvela aquélla, desvistiéndola de su envoltorio material. "Interpreta" lo que el bloque de mármol -o la forma encerrada en él- le pide. Así, es como Miguel Ángel esculpió a los Esclavos, esclavos de la materia.

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