domingo, 13 de marzo de 2011

(Asignatura optativa). Resumen de la clase del martes 8 de marzo de 2011


Los arqueólogos nunca querrán proclamarlo en voz alta, pero se encuentran a menudo enterramiento muy cerca de edificios en ruinas, o incluso debajo de los cimientos. ¿Enterramientos de fallecidos por muerte natural cabe un edificio sagrado o importante a fin de beneficiarse de su aura?; ¿muerte inesperada que obliga a un enterramiento apresurado no lejos de la vivienda -estando el camposanto lejos-? o ¿muerte forzada con vistas a un enterramiento próximo al edificio?

No todas tumbas situadas fuera de los cementerios corresponden a muertes violentas, ni todas éstas han sido provocadas intencionadamente -las defunciones pueden haber sido causadas por accidentes, peleas que han terminado mal, etc.-. Una parte, sin embargo, de dichos enterramientos no pueden corresponder sino a personas ejecutadas; sobre todo, si se trata de niños, de muchachos y de muchachas, de ancianos, de deficientes físicos o psíquicos, y de prisioneros (una condición más difícil de probar si no median restos de apresamiento). En estos casos, las ejecuciones, seguidos de un cuidadoso enterramiento, acompañado de ofrendas, en lugares inaccesibles como son los cimientos o los gruesos muros de una construcción, muy posiblemente correspondan a sacrificios rituales que forman parte, la parte más importante, de un rito de fundación. ¿Por qué? ¿A qué se debe que la construcción de un monumento tenga que suceder a la destrucción de una vida? La respuesta está en el mismo planteamiento de la pregunta: la creación tiene que suceder a la destrucción.
Para que la edificación tenga sentido, y sea necesaria y efectiva, tiene que aportar un remedio. La construcción o creación tienen que solventar un atentado a la creación; atentado que tiene que ser expiado, y reparado. La eliminación de una vida, de la vida, retrotrae el mundo a antes de su creación, cuando el caos reinaba. Se requiere entonces un acto de recreación o de refundación, un acto que restaure el orden; acto que se manifiesta en la construcción, no solo de un edificio o una ciudad, sino del mundo entero. El orden perdido se restablece. El edificio aparece así como la reposición de una vida, de la vida anteriormente negada.. La construcción ya no es un capricho, o no es inútil, sino, por el contrario, imprescindible si se quiere evitar que el caos se extiende.
Para que la edificación garantice la vida del mundo, necesita previamente estar animada. Los muertos no pueden proteger a los vivos. La animación de las estructuras (cimientos, muros) acontece gracias a la vida que es entregada. El sacrificio practicado no es inútil: actúa en beneficio de la obra que, súbitamente, cobra vida -al cobrarse una vida.  La víctima propiciatoria es enterrada a los pies de la construcción; ésta, por tanto, asciende desde la tumba; la vida es trasferida a la estructura; asciende desde las profundidades. Los muros tienen que alzarse y perdurar, ya que extienden e irradian la energía vital del ser sacrificado. De este modo, quienquiera que se albergue en el edificio estará a salvo; éste podrá asegurarle la vida, porque le entrega una parte de la vida que el sacrificado le ha comunicado.
Un sacrificio humano, animal o vegetal no es acto de barbarie sino, por el contrario, el fundamento de la civilización. Del mismo modo que el día nace de la noche, el crimen es el fundamento de la vida que retorna (para siempre).

No hay comentarios:

Publicar un comentario