¿Qué es un mito?
Se trata de un relato oral y anónimo, protagonizado por seres sobrenaturales en un tiempo anterior al tiempo de los hombres, cuando los orígenes del mundo. Las acciones que aquéllos llevan a cabo tienen como consecuencia la creación de fenómenos naturales y sicológicos que afectan o determinan la vida de los humanos; consecuencias en ocasiones dolorosas, como la aparición de los males (como cuenta el mito griego de Pandora), ante los cuáles no cabe reacción ni protesta algunas, ya que fueron causados por inmortales en un tiempo en que los hombres aun no existían. Por tanto, éstos nada pueden hacer para evitar la presencia de estos fenómenos que afectan, para bien o, casi siempre, para mal, a los humanos.
Los mitos, entonces, dan cuenta de la existencia de realidades o fenómenos incomprensibles: la injusticia, las enfermedades, los crímenes, a menudo no castigados, el mal, en suma. Explican su origen, qué los ha causado. Explican las razones que han llevado a los seres de otro tiempo a engendrarlos. De ese modo, los hombres saben al menos a qué atenerse y comprenden que tienen que asumir su suerte, casi siempre desdichada. No son responsables de los males que imperan, aunque si pueden suavizarlos o controlarlos ya que saben en qué consisten y porqué existen. Los mitos ofrecen una explicación irrefutable a lo inexplicable. Son convincentes como lo son los cuentos que los niños escuchan antes de acostarse.
Mito, en griego antiguo (mythos o muthos), significa palabra. Originariamente significaba palabra verdadera, que nombraba hechos de los que nadie dudaba. Éstos, por tanto, no eran históricos, ya que la historia humana siempre es confusa, sino acontecimientos nítidos, que acaecieron en un tiempo no nebuloso ni conflictivo: el tiempo de los seres de otro tiempo: los dioses, los héroes, los antepasados o ancestros, los animales totémicos.
A partir del siglo V aC, el término mito se aplico a aquellos hechos que, sin duda verdaderos, no eran, al contrario que los históricos, nombrados con la palabra logos, demostrables.
Ya con Platón, a principios del s. IV aC, mito pasó a designar hechos fabulosos, es decir pertenecientes a la fábula, inexistentes, aunque aportaran enseñanzas útiles para la vida de los hombres. Por el contrario, logos sustituyó a mythos para designar aquellos acontecimientos comprobables, es decir, "reales", dotados de entidad, capaces de influir en la vida humana.
Por eso, un mito, para nosotros, se equipara a un cuento o una leyenda: un relato de hechos inventados. Esta significación no es la que tenía en la antigüedad arcaica: nadie hubiera puesto en duda (al menos explícitamente), la existencia de los seres sobrenaturales ni la veracidad de lo narrado.
Mito, entonces, es sinónimo de fabula, leyenda, cuento. Sin embargo, existen diferencias.
Un mito es la narración de hechos acaecidos en otro tiempo, en Grecia. El prototipo del mito es griego, ya que griegos fueron los primeros mitos estudiados a finales del siglo XVIII: relatos ejemplares sobre la ejemplaridad de determinados hechos que afectan la existencia humana. Fue, con las conquistas coloniales llevadas a cabo por las potencias occidentales, en los siglos XIX y XX, cuando los estudiosos descubrieron que pueblos llamados "tradicionales" o "primitivos", y pueblos de la antigüedad no occidental, poseían relatos similares, de tradición oral o puestos por escrito, que narraban los tiempos primigenios y daban razón de todo que lo afectaba la vida de los clanes, las tribus, las sociedades, retrotrayendo su origen a unos tiempos inmemoriales sobre los que el ser humano nada puede hacer. Mito, entonces, que hasta entonces designaba los relatos de los orígenes en la Grecia antigua, fue el término que se utilizó para designar cualquier relato, de cualquier cultura, protagonizado por seres sobrenaturales cuyas acciones dan lugar a la aparición de fenómenos que inciden en la vida humana, a la creación, por tanto, de todo que que determinada nuestra vida.
Mito, en propiedad, es un relato oral. Sin embargo, estos relatos se han ido perdiendo desde finales del siglo XIX. Escasas son las sociedades que aún conservan la memoria de sus orígenes, contados en historias transmitidas oralmente. Ya los mismos mitos de las principales culturas antiguas (mesopotámica, egipcia, griega, romana, china, maya, hindú, etc.) solo se conocen a través de versiones escritas que, por fieles a la tradición oral, son creaciones o recreaciones de poetas o escritores. Incluso en el caso de sociedades tribales, el conocimiento directo de los mitos es muy difícil, a menos que existan grabaciones fonográficas o fílmicas, por lo que los testimonios también son escritos: las notas tomadas por los antropólogos que tratan o trataban de cazar al vuelo las narraciones, y de comprender lo que se les contaba.
Del mismo modo, una leyenda y un cuento también son relatos de tradición oral. Su supervivencia ha sido más sencilla que en el caso de los mitos.
Para algunos estudiosos, una leyenda es un relato que posee una base histórica. Es cierto que los mitos se fundan en hechos "reales": cataclismos naturales, como un diluvio, por ejemplo; y describen o se basan, de manera transfigurada, en comportamientos naturales (animales, humanos) observables. Sin embargo, una leyenda no se basa en un hecho "natural", sino que se sustentaría en uno histórico, protagonizado por un ser tan singular que, muy pronto, habría sido descrito de modo similar a cómo se describen los seres de otro tiempo u otro mundo. La leyenda artúrica podría ser un buen ejemplo, ya que algunos historiadores sostienen que hechos acaecidos en la alta edad media, tras la caída del imperio romano, en Britannia, habrían estado en el origen de la leyenda de la corte del rey Arturo, y de la búsqueda del Santo Grial.
Finalmente, un cuento sería, desde la antigüedad, un relato oral, con una estructura similar a la de un mito, protagonizado también por seres fabulosos, pero en cuya existencia, a diferencia de las figuras míticas, nadie creía. Eran creaciones humanas, y, por tanto, la narración de un cuento no daba lugar a un acontecimiento sagrado o religioso. No contaba la vida verdadera de seres verdaderos, sino anécdotas, crueles o humorísticas, de seres ficticios -aunque semejantes a los humanos, de que ofrecían una imagen deformada, es decir, certera.
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