martes, 2 de octubre de 2012

Arquitectura y construcción


Joan Backes (escultora alemana): Home, 2012

¿Arquitectura y construcción? ¿En qué se parecen y se diferencian? Ésta es "la" pregunta, de difícil respuesta.
Algunos teóricos piensan que la relación es similar a la que existe entre la obra de arte y la que no lo es. Sostienen que el arte es lo que se añade, como el azúcar en una bebida amarga, o el chocolate sobre un bizcocho. Arte sería ese añadido, y la obra de arte resultaría de la suma de un objeto y un ornamento.
Otros, sin embargo, proponen que la construcción y la arquitectura mantienen la misma relación que la obra de arte y el objeto artesano. Éste último responde a una función precisa, y su forma se adapta a las necesidades. Su misma forma debe evocar la función, ser y parecer sencillo de uso. Nada que no sirva para atender mejor es relevante. Por el contrario, la obra de arte, que no es ni mejor ni peor que el objeto artesano, no parece responder a ningún fin. Se intuye que satisface alguna necesidad o deseo, mas no se sabe bien cuál. Su forma no permite saber para qué sirve. Por otra parte, la obra de arte no parece que requiera ninguna manipulación. Antes bien, exige que el usuario (o espectador, más bien) se mantenga a cierta distancia, mantenga la distancia, la compostura. De este modo, podrá contemplar, apreciar mejor la obra de arte. Ésta, por tanto, parece existir para ser contemplada, para ser apreciada sensiblemente: escuchada, olida, vista, leída, palpada o tocada incluso. Pero el contacto, salvo en contadas ocasiones, se realiza a distancia.
La razón de ser de esta extraña relación entre el ser humano (el usuario) y la obra de arte, reside en que, a través de su percepción sensible, la obra de arte da pie a una reflexión. Invita al espectador o usuario a pensar sobre su sentido o razón de ser. ¿Por qué existe? ¿Qué pretende? ¿Qué me aporta?
Las respuestas son múltiples; quizá existan tantas cuántos espectadores o usuarios se relacionan con la obra de arte. Un producto que responde a tantas funciones es un producto cuyo sentido o cuya función s necesariamente ambigua. Su forma tiene que ser tal que de pie a tantas preguntas y ofrezca tantas respuestas. Respuestas que, por otra parte, no puede ser claras, sino ambiguas a fin, precisamente, de no revelar enteramente lo que la obra de arte esconde, invitando así, a tantas relaciones sensibles cuantas el espectador esté dispuesto a mantener. La obra de arte sería, así, como un objeto de artesanía sin función precisa mas sin ser gratuito, caprichoso. Responde a una función, más ésta no está clara.

Una construcción ofrece un techo. Satisface pues una necesidad básica humana: ofrece un cobijo y una defensa contra enemigos, inclemencias y miedos. ¿Y la obra de arquitectura? También responde a esas necesidades, ciertamente, pero, sobre todo, proporciona una sensación de seguridad. Quizá no defienda bien, mas no se puede estar mejor que en ella.
Satisfechas las necesidades, la obra de arquitectura hace reflexionar sobre nuestras necesidades de protección físicas y emocionales. Nos plantea por qué requerimos cobijo -más allá de motivos puramente físícos. Recordemos que Caín, tras matar a su hermano Abel, tuvo que esconderse (de la faz de Dios). Se refugió en todas las casas, odas las cuevas, todas las hondonadas posibles. Mas en ninguna se sintió protegido, pese a que cada uno de los espacios en los que se refugió bien le cubrían, le ponían a salvo. Lo que Cain buscaba no era del orden de lo material)-. También, ineludiblemente, nos puede hacer reflexionar sobre nuestra importancia, o nuestra debilidad, sobre el sentido de nuestro vida, sobre el lugar que ocupamos, sobre nuestro sitio en el mundo. De algún modo, una obra de arquitectura nos inquiere acerca de nuestra vida: ¿por qué vivimos? ¿qué razones tenemos para ocupar un espacio?
Estas preguntas las plantea una obra de arquitectura, y todas aquellas obras que hablan de arquitectura: pinturas, novelas, poesías. A la búsqueda del tiempo perdido, de Marcel Proust, inquiere, precisamente, sobre qué espacios nos acogen. Según Proust, éstos no son reales, sino siempre recordados. Solo cuando perdemos un hogar, éste, por pobre que fuera, de pronto, acaso cobre una importancia decisiva, y acabemos por añorarlo, queriendo retornar a él, mas en vano, puesto que intuimos que nunca estaremos mejor que en aquel cobijo, denostado cuando lo ocupábamos.
Un poema, una pintura ¿son obras de arquitectura? No hace falta comentar que, a menos de una metamorfosis inaudita, nunca habitaremos físicamente en aquéllos. Pero sí podemos habitarlos mentalmente, soñar que vivimos en estas obras plásticas o literarias. Una obra de arquitectura es toda aquella que nos proporciona sensaciones de vivir "bien", de estar "bien" con nosotros mismos, que permite que nos encontremos con nosotros, que nos hace entender y preguntarnos qué es morar, y porqué moramos, porqué nos demoramos.. Nos "proyectamos" en las obras con la imaginación, nos "vemos" habitando en ellas, no concebimos otra manera de vivir.
Una obra de arquitectura no tiene porqué tener un autor conocido o reconocido. Una simple cabaña puede despertar en nosotros esa sensación de haber encontrado al fin nuestro lugar. Como si aquélla hubiera sido construida para nosotros.
La obra de arquitectura es aquella que nos da la sensación que nos encontraríamos "bien", a "gusto" en ella. Aquella que nos dice que podríamos descansar para siempre. Esta obra quizá no exista físicamente, quizá sea solo un sueño.
Si la construcción se levanta con material pesantes", corpóreos, afectados por la gravedad, la obra de arquitectura posiblemente solo esté hecha de sueños, anhelos, esperanzas; pero es, precisamente, esta obra la que nos mantiene verdaderamente en vida, "graves", pues sin los sentimientos y sensaciones que la arquitectura (soñada) despierta, somos hombres muertos. Animales o vegetales.

Nota: En respuesta a una pregunta esencial sin respuesta

No hay comentarios:

Publicar un comentario