viernes, 14 de mayo de 2010
ASIGNATURA OPTATIVA: Resumen de la clase del martes 111 de mayo de 2010
El obrar de Enki, el dios mesopotámico de la arquitectura
Se conocen varios mitos ("Enki y la puesta en orden del mundo", "Enki y Ninhursag", "Enki y Ninmah", etc.) que tienen a Enki como figura central, y que cuentan algunas de sus aventuras, tanto junto a otras divinidades, como en relación a los humanos. Algunos himnos también aportan datos sobre el tipo de acciones que este dios emprendía.
La mayor parte de su trabajo tiene que ver con la formación o la puesta en orden del mundo. En la mayoría de las traducciones modernas, el verbo más habitual que designa la acción de Enki es construir. Aquél es, pues, presentado como un dios constructor y fundador, que edifica el mundo, coloca cimientos y levanta paredes.
Sin embargo, la acción del dios mesopotámico de la arquitectura se nombra por medio de diversos verbos en los textos originales en sumerio y en acadio.
Así, el verbo más habitual acadio es kannû. No tenemos que recordar este nombre, sino lo que evoca, la red de significaciones que teje.
El acadio es una lengua muerta semita, conectada, por tanto, a las actuales árabe y hebreo.
Kannû se asemeja a un verbo hebreo actual, como veremos. Pero, antes, de comentar este punto, veamos de dónde viene el término acadio.
Aunque kannû se traduzca por construir, significa más bien asentar o instalar y, por tanto, se refiere al gesto inicial gracias al cual se toma posesión de un territorio y se habilita, se desbroza, se limpia y se delimita.
El verbo acadio kannû deriva de una expresión verbal sumeria: gi-na. Ésta significa ser estable. Incluye el término gi que significa caña: una planta, propia de las marismas sumerias (hoy, en el sur de Irak) dotada de múltiples valores. Su aspecto recto o derecho, y su flexibilidad, la convertían en un emblema real. El cetro real era una simple caña. Por otra parte, era un material habitual de construcción, tanto para armar andamios, como para estructuras portantes y paramentos. Las casas en el delta estaban hechas de juncos y se apoyaban sobre islas artificiales formadas por este mismo material.
Kannû traduce un término sumerio: zid. Término polisémico donde los haya, pero cuyo amplio registro aún existe hoy. Se traduce primeramente por recto o elevado: se trata, por tanto, de una palabra perteneciente al vocabulario de la geometría. Define la cualidad de un ente erguido y sin curvas, como una caña cuando la brisa se aquieta. Mas, la condición recta, aún hoy, no deja de estar cargada de simbolismo, de asumir valores morales. De lo recto físicanmente pasamos a la rectitud moral (recordemos que la caña era un bastón de mando, que ejemplificaba la justicia que el monarca distribuía o por la que velaba).
Zid, entonces, es lo adecuado, lo justo, lo necesario. Se refiere a lo que no es gratuito, lo que, por tanto, tiene que permanecer.
La vida, finalmente -vida sin sentido si no imperara la justicia-, también se decía zid.
La relación que la geometría y la ética mantienen, ya en tiempos de los sumerios, se prolonga hasta nuestros días. Mesurar significa tanto medir (con una regla, por ejemplo) cuanto contener: una persona mesurada es justa pues sabe valorar opiniones o valores antitéticos y dirimir las diferencias; no recurre a la violencia. Comparación que nos llega, desde Mesopotamia, a través del latín, donde el sustantivo norma no significa ley o medida (como en castellano o catalán), como pudiéranmos pensar, pero sí nombra al instrumento con el que se mide y se encuadra, logrando un perfecto equilibrio: la escuadra.
El adjetivo kinu, derivado del verbo inicialmente comentado kannû, también recoge esta derivación moral de la geometría, que convierte líneas rectas, que organizan y pautan el espacio, en leyes con las que los grupos se ordenan. En efecto, kinu significa permanente, verdadero y honesto.
Teniendo en cuenta que kannû se traduce por asentar, la instalación que kannû logra es permanente. Gracias a dicha acción algo o alguien (un ser humano, un clan o un pueblo; un edificio o una ciudad) se asienta "bien". Echa raíces y ya no se mueve. Ir de un lado para otro, dando tumbos, erráticamente, como un alma en pena: imágenes de un ser perdido en el espacio, desorientado, incapaz de hallar un camino por el que pueda avanzar sin dar vueltas sobre sí mismo: esto es lo que obvia kannû.
Así, la permanencia que kannû instaura permita que se erija una casa o morada: Permanecer viene del latín manere, que está también en el origen de sustantivos como el francés maison (casa), y los términos castellanos mansión y morada. Una case sería, entonces, un lugar, bien acotado, en que poder recogerse y descansar: tomar asiento. Pensemos que el latín sedeo (sentarse) proviende del radical indoeuropeo, Sed, que tambien se halla enb el griego edethlon: fundamento (que evoca algo solido y duradero), cimiento, cimentación: las bases de un edificio o de la convivencia (que el espacio bien o justamente regulado y delimitado facilita).
Demeurer, en francés, traduce el verbo permanecer. Viene también del latín manere; el sustantivo asociado, demeure, significa, precisamente, morada, una morada sólida, no una tienda de quita y pon, o una cabaña que el viento se lleva.
El hebreo qanah, que deriva del sustantivo qaneh (caña), está obviamente relacionado con el acadio kannû. Se traduce por ganar, obtener, crear. Es el verbo que emplea Eva cuando se refiere a que está embarazada gracias a (la autorización de) Yavhé. Ha obtenido un hijo de Yavhé (se interprete como se quiera esta frase tan ambigua del Génesis). El fruto que Yavhé concede a Eva es Caín: el Obtenido, el Ganado, el Creado o Engendrado. Recordemos que la Biblia presenta a Caín como el primer constructor de ciudades -después de haber sacrificado a su hermano Abel.
Mas en Caín se halla la raíz semita qyn que significa herrero. En la Biblia, precisamente, se cita a Tubal-Caín, un descendiente del hijo de Eva, presentado como el primer herrero.
Los herreros, en sociedades arcaicas o tradicionales, no eran o son simples artesanos aplicados que fabrican útiles de hierro aplicando técnicas conocidas, sino que eran considerados como unos seres aparte, unos magos capaces de obtener de la diosa-madre tierra su sangre (los metales que "circulan" por sus venas que son las vetas por entre las que los herreros, que también son mineros, circulan), extraerla y manipularla, con agua y fuego, hasta transmutarla en útiles de oro, plata , hierro o bronce (apeos, armas, joyas, cuencos, estatuas, etc.). Los palacios de los dioses, cincelados por dioses de la forja, eran, obviamente metálicos: relucían com el sol, y resonaban como el trueno.
El verbo qanah era sinónimo de otros dos verbos hebreos: bara y banah. El primero solo se aplica a la creación divina, y se traduce por crear, en el sentido fuerte del término: crear vida; mientras que, por el contrario, banah se utiliza para designar cualquier tipo de actividad creativa o artística, humana o divina. Se traduce por crear antes que por procrear -que sería más bien el significado de bara. Como anécdota, el hebreo banah está emparentado con el acadio bannû, y de ahí proviene, gracias al árabe, posiblemente, nuestro moderno término de albañil.
Desde luego, lo que se descubre es que la diferencia entre la procreación y la creación artística o artesana no es tal. En ambos casos, se trata de la producción de entes vivos o vivientes, ya que el trabajo del artesano, equiparado con el del mago, y, en especial, del herrero, desemboca en la ejecución de un objeto animado. Las estatuas que Hefesto, el dios de la forja griego, soldaba eran autómatas, indistinguibles de un ser vivo. Las mismas obras de Dédalo, el pstrón griego de los constructores, los carpinteros, los joyeros y los escultores, se desplazaban solas como si estuvieran dotadas, mágicamente, del hálito de la vida.
Desde luego, la creación de Enki va en favor de la habilitación de un espacio donde la vida pueda sentirse segura y prosperar. Enki acotaba lugares destinados a la preservación de la vida. Las trazas que efectuaba, los canales, las zanjas que abría, constituían seguras defensas contra el enemigo. De algún modo, creaba un paraíso, lleno de vida, en el que el ser humano gustaba de asentarse sabiendo que no corría peliogro.
Precisamente el mito Enki y la puesta en orden del mundo destaca que el obrar de Enki tenía como fin apartar los peligros (las armas) que apuntaban a las casas, y lograr que los humanos se sintieran como en su casa. Que morasen, se demorasen y ya no tuvieran necesidad de ir de un lado para otros buscando un lugar propio. Éste, Enki lo proporcionaba: un espacio habilitado, apto para la vida.
Algunas direcciones electrónicas de interés con textos mesopotámicos traducidos (Poema de Gilganmesh) o con ensayos sobre mitos de la creación del Próximo Oriente antiguo
http://www.gatewaystobabylon.com/myths/texts/enki/enkiworld.htm
http://www.scribd.com/doc/25823821/Jean-Bottero-La-religion-mas-antigua-Mesopotamia
http://books.google.es/books?id=Oj62OIAfhzgC&pg=PA51&lpg=PA51&dq=Bott%C3%A9ro+lorsque+les+dieux&source=bl&ots=BHdCgUW-r3&sig=xQp-tsX8IIipWVSbGE_2lZUH5gk&hl=es&ei=VRPtS__CJpOB_Qacw4T_CA&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=8&ved=0CEQQ6AEwBw#v=onepage&q=Bott%C3%A9ro%20lorsque%20les%20dieux&f=false
http://descargas.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/12148303418954839654213/030876.pdf?incr=1
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