Los panteones politeístas se componen de una multitud de divinidades, en ocasiones reducidas a un número mágico (7, 12, etc.).
Estudiar cada una de estas figuras por separado es, en parte un error. Los dioses paganos no solo asumen funciones a menudo antitéticas (las diosas del amor o de la creación erótica lo son también, a menudo, de la guerra o la destrucción; el dios griego Apolo, dios de la poesía, la armonía y la música, de lánguido pose, podía comportarse como el más implacable vengador y llevar a cabo suplicios indescriptibles, etc.), sino que solo pueden ser verdaderamente entendidos si se les estudia insertos en una red de relaciones con otras divinidades, cuyas funciones amplifican, completan o matizan las de la divinidad estudiada.
Cada ciudad-estado mesopotámica poseía su propio panteón -algo que también ocurrirá en Grecia-., en el que destacaba la divinidad "políada" (es decir, protectora de la ciudad). Sin embargo, dado que es cierto que un número de divinidades principales eran honradas en la mayoría de las urbes, se puede establecer un único panteón mesopotámico ideal.
Éste estaba encabezado por An. An (o Anu) era el dios supremo; dios-padre, dios del cielo; el cielo divinizado, también (An, en sumerio, significa cielo). Se trataba de una divinidad principal, creadora del mundo y padre del resto de las divinidades, cuyos poderes, sin embargo, menguaron, o dejaron de manifestarse con el nacimiento de deidades más jóvenes y activas, ante las que el Cielo se retrajo y descansó. Lejano e inmutable, a An los mesopotámicos preferían sus dos hijos: Enlil y Enki.
En-lil significaba, literalmente, Señor-de-los-Aires; En-ki, por su parte, era el Señor-de-la-tierra.
Enlil era la divinidad más importante en ausencia o sustitución de An. Mensajera de su padre, transportaba, a través de los aires, las órdenes o consejos de éste. Soplaba a ,los humanos lo que su Padre le ordenaba.
Su hermano Enki era la tercera divinidad en importancia. Si la asociación entre Enlil, el aire y sus dominios (la región mediadora entre el cielo y la tierra) está clara, no acontece lo mismo con Enki.
El espacio en el que se manifestaba y sobre el que Enki reinaba era las marismas del sur de Irak. Velaba sobre la ciudad santa de Eridu, situada en medio del delta del Tigris y el Eúfrates.
La iconografía de Enki, conocida principalmente a través de impresiones de sellos-cilindro (unos objetos muy pequeños que servían de sello imprimiendo sobre una superficie blanda los relieves en negativo que ocupan todo el cuerpo del objeto), nos muestra a una divinidad sentada en un trono o erguida en un santuario, de cuyas espaldas, como dos alas angelicales, se despliegan dos formas abstractas y ondulantes, en ocasiones moteadas de peces: los ríos Tigris y Eúfrates. Al mismo tiempo, su santuario en la ciudad de Erídu era descrito en los textos, y mostrado en algunas imágenes gráficas, como un santuario lacustre, implantado en medio de las marismas (una imagen o un recuerdo de las fecundas aguas primordiales, de las que el cosmos y los dioses surgieron).
Por tanto, el dios Enki parece mucho más relacionado con el elemento líquido que con el terroso.
Los dioses mesopotámicos tenían dos nombres, en lengua sumeria y en lengua acadia (o babilónica), las dos lenguas mesopotámicas principales (los pueblos del sur de Irak eran, muy posiblemente bilingües, hasta finales del III milenio aC, cuando el sumerio se extinguó, convirtiéndose en una lengua muerta, usada solo en el culto y en las relaciones diplomáticas, hasta el I milenio aC).
En acadio, Enki era Ea. Ea, en sumerio, significa Casa-del-Agua. Esta etimología estimulante, sin embargo, tiene que ser valorada con cuidado: los estudios etimológicos tienen que practicarse en la lengua de la palabra estudiada y, por tanto, no está claro que una palabra acadia pueda ser interpretada en sumerio.
Por otra parte, Ea derivaría de una raíz semita ayy´, que significa vida, y que se encuentra, por ejemplo, en la raiz del sustantivo Yavhé. Ea sería, así, una fuente de vida; una divinidad de la que la vida en la tierra derivaría.
En el imaginario sumerio, la vida surgió de las aguas. Aguas dulces, provinientes del subsuelo (el nivel freático, aún hoy, está a ras del suelo), que afloraban en los ríos, las fuentes, las lagunas y las marismas.
El suelo sobre el que la cultura sumeria se enraizó, era el de las marismas: un espacio lacustre. La cultura mesopotámica está ligada a las aguas. Su horizonte es el que el delta establece. Por tanto, la "tierra" era, en verdad, agua o, más precisamente, una mezcla de aguas y arcilla: las aguas cargadas de limo que albergaban una flora y una fauna tal -tan bella, abundante y placentera- que el Paraíso o el vergel de los inicios se ubicaba en el sur de Irak.
Finalmente, el panteón mesopotámico comprendía una cuarta divinidad importante. Se trataba, esta vez, de una divinidad femenina, esposa del cielo y considerada, por algunos especialistas, como la madre de los dioses, una diosa-madre cuya relevancia habría declinado ante el fulgor del Cielo.
Esta diosa se llamaba Nin-hur-sag, es decir, la Señora-de-las-montañas o de-las-cuevas. Recibía varios nombres, entre los que destaca el de Nammu.
Nammu era, entonces, la madre de Enki, y existía una estrella conexión entre Nammu y su hijo,. Se completaban, se alimentaban.
¿Quién era, pues, Nammu -y que nos dice sobre Enki, el dios mesopotámico de la arquitectura, la primera divinidad del mundo a quien los humanos atribuyeron la invención de la arquitectura y la transmisión de los conocimientos técnicos necesarios para proyectar y construir?
Nota:
Piotr Malinowski es uno de los máximos intérpretes de la culturas mesopotámica. Al mismo tiempo, es un destacado´compositor e intérprete de free-jazz.
Su sello discográfico tiene el nombre de las aguas prtimordiales sumerias: Abzu.
He aquí algunas composiciones inspiradas por los dominios del dios mesopotámico de la arquitectura:
Qué os inspire.
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